El pie humano… Una auténtica obra de ingeniería
Como mencionamos en un post anterior, y de acuerdo con los autores de un artículo de 2004 (La carrera de resistencia y la evolución del Homo. Nature. 2004; 432: 345-52), publicado en la revista Nature, los seres humanos hemos nacido para correr. Esto contradice la opinión de ciertos médicos, podólogos…
Bramble y Lieberman, en su artículo, sugirieron que el pie humano fue significativamente influenciado por la necesidad de correr para la supervivencia.
El calzado para correr ha evolucionado significativamente desde sus primeros prototipos. Hasta el auge del running en la década de 1970, cuando se empezaron a fabricar zapatillas con una cantidad considerable de amortiguación y estabilidad incorporada, comercializadas como una opción para mayor comodidad, protección contra lesiones y corrección de patrones de movimiento.
Esto nos lleva a un tema crítico. Si realmente hemos evolucionado para correr con zapatos que amortiguan y controlan nuestros pies, ¿por qué seguimos lesionándonos? Es evidente que muchos factores han cambiado en la evolución de nuestra especie, pero se ha sugerido que el calzado moderno puede haber jugado un papel importante.
Si estamos diseñados para correr, ¿por qué nos lesionamos? Cerca del 80% de los corredores se lesionan cada año. ¿Cómo puede ser que la tasa de lesiones sea tan alta entre los corredores?
Para evitar lesiones, durante aproximadamente los últimos cuarenta años hemos intentado proteger cada vez más nuestros pies al correr. Sin embargo, esta nueva estrategia, impulsada en parte por el marketing, ha tenido el efecto opuesto al esperado: cuanto más protegidos corremos, más débiles se vuelven nuestros pies y más propensos somos a las lesiones.
Pero, ¿por qué ocurre esto?
Para entenderlo, debemos conocer cómo estamos diseñados. En el pie humano, destaca la importancia del arco plantar y de todos los huesos y músculos que lo sostienen…
El arco plantar es una pieza clave para soportar el peso de nuestro cuerpo. Pues bien, nuestro pie es una maravilla estructural de la naturaleza: cuanto mayor es el peso que soporta el arco plantar, más y mejor se acoplan sus partes y más resistente se vuelve. Su potente y complejo entramado está compuesto por veinte huesos, treinta y tres articulaciones, doce tendones elásticos y dieciocho músculos.
El pie presenta un arco interno, un arco externo y un arco transversal que configuran nuestro arco plantar. Estos deben funcionar en conjunto para no colapsar, por lo que la acción de la musculatura es vital. Si hay equilibrio entre la musculatura que sostiene cada arco, estos se mantendrán correctamente y el arco plantar no sufrirá.
¿Qué pasa cuando llenamos el espacio del arco plantar con demasiada amortiguación o con plantillas? Pues que la musculatura que sostiene cada arco deja de trabajar eficientemente, lo que puede provocar el colapso del arco plantar y aumentar el riesgo de sufrir lesiones de distintos tipos, dependiendo de si cede el arco interno o el externo. Todo esto, a través de diferentes cadenas musculares, puede afectar incluso a nuestra postura general, y no solo causar dolor en los pies.
Sin embargo, el pie humano es un miembro flexible y móvil. En cada pisada, el cuerpo ajusta el arco y lo prepara para recibir el peso durante un instante, para luego generar un impulso y volver a relajarlo.
¿Cómo se prepara el arco plantar durante la carrera?
Para entenderlo, debemos hablar de la pronación natural. Si intentamos correr descalzos, nuestro cerebro, siempre que no haya un vicio biomecánico adquirido por el uso prolongado de calzado amortiguado, intentará aterrizar primero con el borde externo del pie, luego pasar hacia el dedo gordo y, finalmente, apoyar el talón. Este es el proceso de la pronación natural.
En cambio, el corredor con calzado amortiguado realiza una pronación antinatural, que, como se puede ver, es totalmente opuesta a la anterior.
Aunque parezca increíble, durante años ha habido expertos en contra del calzado amortiguado. Uno de ellos fue Arthur Lydiard, prestigioso entrenador neozelandés. Lydiard aseguraba que todo lo que se decía sobre la pronación no era más que propaganda publicitaria. Ponía siempre el mismo ejemplo: si permitimos a una persona de cualquier edad correr descalza por un pasillo con una superficie dura, casi siempre descubriremos que no hay rastro de pronación o supinación excesiva.
Cuando encerramos nuestros pies en una zapatilla amortiguada, alteramos el movimiento natural del pie y generamos desplazamientos laterales del tobillo, produciendo así la pronación antinatural.
Además, cuanto más elevamos el pie con una suela gruesa, más alteramos su comportamiento natural. Según Lydiard, «cuando hace años estábamos acostumbrados a correr con zapatillas de lona planas, no sufríamos fascitis plantar ni problemas de pronación o supinación; en términos generales, no existían problemas en nuestros pies».
¿Por qué creamos tantos problemas para nuestros pies? Simplemente porque a alguien se le ocurrió que era mejor correr adelantando el centro de gravedad para ser más rápidos y cansarnos menos.
La evolución nos ha diseñado durante millones de años y sabiamente ha implantado en nuestro cerebro la forma más eficiente y menos lesiva de correr. Cuando corremos descalzos o con calzado minimalista, el pie se flexiona, se extiende, se abre y se adapta a la superficie. Todo esto se traduce en menos pronación y una mejor absorción del impacto.
Óscar González Masana
Fisioterapeuta Col. núm. 3000. Especialista en la Clínica del Corredor